Todos somos malos
"No hay justo, ni aun uno: no hay quien entienda, no hay quien busque a Dios. Todos se desviaron, a una se hicieron inútiles; no hay quien haga la bueno, no hay ni siquiera uno" (Romanos 3,10-12).
Los Fariseos se caracterizaban por creerse mejor que otros, sin embargo la Palabra de Dios nos enseña que no debemos juzgar, criticar o condenar a nadie, por más malo que sea, porque todos somos pecadores.
Un ejemplo muy ilustrador es sin duda alguna el que nos da Jesús en el Evangelio de Juan 8,1-11. Le traen a Jesús una mujer descubierta cometiendo adulterio para que apruebe la lapidación, pero Jesús condena tal acción, y otras similares, diciendo: "el que no tiene pecados tire la primera piedra".
Y es que todos los humanos tendemos a pecar. Hay en todo ser humano una tendencia pecaminosa, es decir una naturaleza que nos hace pecar aunque no queramos. Pablo lo ilustra de la siguiente manera:
"Lo que hago, no lo entiendo, pues no hago lo que quiero, sino lo que aborrezco, eso hago. Y si lo que no quiero, esto hago, apruebo que la Ley es buena. De manera que ya no soy yo quien hace aquello, sino el pecado que está en mí" (Romanos 7,15-17).
Muchos deseamos que a los violadores, asesinos, narcotraficantes, y otros los metan a la cárcel o los condenen a muerte, pero no somos mejores que ellos, pues el que no tiene un pecado tiene otro. Unos tienen una debilidad y otros, otra.
Los creyentes no estamos exentos de pecar, por ello Juan escribe:
"Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos y la verdad no está en nosotros" (I Juan 1,8).
Nadie puede creerse más que otro pues pecado es pecado, no importa que creamos que un pecado es más grave que otro. La Palabra nos dice que usted puede cumplir toda la Ley, pero desobedece uno, es como si no hubiera cumplido ninguno (Santiago 2,10).